Abandonar, empezar y recaer
- Abril de Miguel
- Aug 19, 2016
- 2 min de lectura
Me ahogué en mis propias lágrimas, entre las sábanas de mi cama, mientras el tiempo transcurría a mi alrededor. Poco a poco, fui perdiendo la conciencia, y lo último que recuerdo fue que alguien me cogió en brazos. Al despertar, me encontraba en el hospital, toda llena de cables, con lo cuál ni siquiera podía reconocerme. Cuando quise levantarme y quitarme todo eso, me di cuenta que a penas podía moverme, estaba maniatada, y me dolía la cabeza y el pecho. Al cabo de un rato, una enfermera entró en mi habitación para ver si ya estaba despierta, me contó que me habían llevado a casa, y que debía quedarme unos días ingresada porque había sufrido un ataque de ansiedad, causado por mi pánico. La verdad es que no estaba tan mal estar ahí, poder descansar unos días, para poder reponer fuerzas y volver a ser la chica de antes. Aún y estar presente en esa habitación, mi mente estuvo completamente ausente, como si se hubiera ido a un mundo más allá de lo corpóreo. Esperé poder relajarme en ese sitio, pero me parecía prácticamente imposible. Cada vez que tenía una imagen clara, era de dolor, tristeza, sufrimiento... no podía soportar lo que mi mente era capaz de recrear, con tanta facilidad y de una forma tan real. Primero fueron solo palabras, pero empezaron a ser imágenes, miradas, gestos, un golpe, la primera caída, el dolor de las quemaduras, y lo que peor soporté, los sentimientos, de culpa, de pena, de rabia, de inferior. Fue como volver a vivir-lo todo, como si estuviera teniendo un deja-vú. No quería tener que soportar-lo todo una segunda vez, tener que callarme y esconder-lo, llorar a escondidas para que nadie se diera cuenta, intentar ser más fuerte de lo que era. Intenté centrarme en algún buen recuerdo que tuviera de aquellos días tan negros, pero no podía, era todo muy oscuro. En cuanto me di cuenta, volvía a estar en la cama tumbada, chillando mientras la enfermera intentaba calmarme. Debía encontrar alguna manera de aliviarme, sentirme mejor, ni que fuera, sentirme viva: pero no la encontré. La enfermeras eran muy buenas conmigo, me cuidaban mucho y me hacían compañía, puesto que me encontraba tan sola en aquél lugar. Aún y estar allí dónde había mi familia, nadie se dignó en venir a verme, en darme su apoyo. Solo hubo una persona que conocía todos los echos, y a pesar de eso, estuvo a mi lado. Y nunca he agradecido tanto a alguien que esté por mí, que se olvide de todo lo que le rodea y simplemente me escuche... Fueron los días en los que me sentí más sola, y más menospreciada. Aquellos días fueron de los que nunca se olvidan, en los que te das cuenta que no pintas nada en este mundo, y que nadie se interesa para que pintes algo en el mundo. Necesitaba ahogarme, necesitaba irme unos días, intentar sentir que debía comenzar con mi vida. Pero al salir, nada podía comenzar, todo seguía tal y como estaba cuando lo abandoné. Y eso, es lo que más me dolió.
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